jueves, 19 de agosto de 2010

Capítulo 2. Tú también puedes verlos.

Ya estaba abajo. En otra ciudad completamente diferente y con máximo unos 20 $.
Empezé a caminar, sin rumbo, pero con la misma sensación del autobús.
Llegué al centro de la ciudad, a una plaza enorme, con un arco en medio, los niños jugando y gente sentada en bancos al rededor de la plaza, disfrutando del sol radiante que hacía.
Todavía no sabía como se llamaba el pueblo en que había decidido a pasrme ese par de mese para averiguar o desconectar un poco de todo lo de mi entorno.
Ví a una señora, más bien señorita. Era joven y muy guapa, con el pelo color castaño muy claro, quizás rubio más bien, ojos grandes, verdes y transparentes. Tenía un vestido negro con unos tacones de vértigo que le quedaban a la perfección.
Nosé porqué al mirarle a los ojos toda aquella plaza se difuminó, volviéndose en un lugar tenebroso, donde la única luz y gente que había eresmoa esa mujer y yo.
Fueron unos minutos intensos. Aparecieron voces, aquellas voces que siempre oigo cuando me concentro o miro fijamente a algo o alguien.
No podía enteder nada como de constumbre. Pensé que podría huir de todo lo que atormentaba y me había atormentado desde pequeña.
Volvió todo a la normalidad, volvió el lugar donde me había quedado.
La mujer me miró, yo hice como si nada y seguí con mi aventura, pero miré hacia atrás, nosé porqué lo hice. Vi a la mujer con un hombre, que estaba enfrente de ella de pie. Pude observar que el hombre llevaba un traje amarillo, algo sucio y quemado. No veía su cara muy bien peros sus manos estaban blancas como la nieve y parecía tener mal aspecto.
Iva a dejar de mirar cuando el hombre se dió la vuelta y me señaló, después de eso se esfumó. Desapareció, de repente, como todas aquellas personas que sólo yo podía ver.
La mujer se quedó pensativa y rápidamente fijó su mirada en la mía.
Corrí hacia ella, con gran asombro y mucho más de miedo. Cuando llegué al banco donde estaba sentada lo único que salió de mi boca fue: "¡¡Tú también puedes verlos!!"

lunes, 16 de agosto de 2010

Capítulo 1 Era algo que tenía que hacer.

¿Cómo? ¿Quiénes son? ¿Porqué aparecen? ¿Y porqué ami?
Eran una de las muchas preguntas que me hacía cuando volvían a aparecer.
Nunca llegaba a una conclusión, siempre me repetía las mismas cosas.
Se lo conté a mis padres. Enseguida pensaron que me lo estaba inventaron, las únicas palabras que supieron decir fueron: -"Que imaginación tienes hija".
Pero volvían, me hablaban, me pedían ayuda y yo seguía sin entender nada y repitiéndome las mismas preguntas de siempre.
Con el paso del tiempo mis padres se cansaron de mis toterías (según ellos) y me llevaron a todo tipo de médicos, los mejores psicólogos, me obligaron a tomarme miles de pastillas diferentes para que se acabasen esas alucinaciones.
No aguantaba más. Huía más y más de aquellas personas, pero siempre acababan encotrándome.
Decidí escaparme, era la única solución y poder desconectar del este mundo.
Planeé el viaje, Me llevé en mi bolso favorito dos camisetas, un pantalón y un par de zapatillas, las más cómodas que tenía, iva a ser un viaje largo y tenía que buscarme la vida, aunque fuera un par de meses.
Estaba todo decidio. Salí de casa, me puse mi bolso a la espalda y cojí el primer autobús.
Me senté, me puse mis cascos y a esperar. Todo el camino me sentí acompañada, aunque el autobús estaba vacío, sentía como alguien me protejía.
Paró el autobús y se me abrieron los ojos, se paró la música de mi móvil y alguien o algo me dijo que esa era mi parada.
Me bajé, y lo hice porque.. era algo que tenía que hacer.